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NUEVO EMBAJADOR

Obama mueve ficha en Roma

Una mezcla de expectación y preocupación rondaba los Palacios apostólicos ante la tardanza (y la dificultad) que mostraba la Administración Obama para nombrar al nuevo embajador ante la Santa Sede. Los justificados recelos del episcopado norteamericano ante los primeros pasos de Obama en materias sensibles como el aborto y la investigación con embriones, y la urgencia de organizar un primer encuentro con el Papa, aprovechando la próxima Cumbre del G-8 en Italia, demandaban que se despejara pronto la incógnita.

Una mezcla de expectación y preocupación rondaba los Palacios apostólicos ante la tardanza (y la dificultad) que mostraba la Administración Obama para nombrar al nuevo embajador ante la Santa Sede. Los justificados recelos del episcopado norteamericano ante los primeros pasos de Obama en materias sensibles como el aborto y la investigación con embriones, y la urgencia de organizar un primer encuentro con el Papa, aprovechando la próxima Cumbre del G-8 en Italia, demandaban que se despejara pronto la incógnita.

La elección ha sido trabajosa, y al parecer de los observadores, sorprendente. Finalmente Obama ha descartado nombres de fuerte peso político pero con serias contraindicaciones en Roma, y ha elegido al teólogo católico de origen cubano Miguel Díaz, que ha sido recibido con general complacencia a uno y otro lado del Atlántico. Aunque tampoco han faltado voces que piden cautela. Por un lado Díaz ha formado parte del comité de consejeros católicos que apoyaron a Obama durante la campaña electoral. Es un demócrata fuertemente comprometido en las cuestiones de la inmigración y la pobreza, pero también es conocido por su alineamiento pro-vida, lo que le convierte en una rara avis dentro de su partido.

La verdad es que el perfil de Miguel Díaz parece diseñado a propósito para desempeñar la difícil tarea de representar al Gobierno de Barack Obama ante la Santa Sede. Satisface suficientemente al aparato demócrata y no genera particulares reservas entre los obispos norteamericanos, ni siquiera entre aquellos que se han mostrado más combativos ante los signos de radicalismo ético-cultural de la nueva Administración. Díaz es profesor de Teología en la St. John’s University de Minesota y es conocida su inclinación por la escuela de Karl Rahner y sus estudios sobre la teología de la liberación. Pero las posibles alarmas quedan compensadas por el hecho de que siempre ha enseñado en comunión con el magisterio, ha mantenido una clara postura pública contra el aborto y ha rechazado la manipulación ideológica de la fe.

Las declaraciones del nuncio en Washington Pietro Sambi, según las cuales se trata de una excelente elección pues conjuga un magnífico conocimiento de los Estados Unidos y de la Iglesia, revelan el alivio con que ha sido recibido el nombramiento. Pero nadie olvida que en todo caso Díaz representará los intereses del nuevo poder norteamericano y que algunas de sus opciones anuncian ya severas colisiones, por más que la Santa Sede esté apurando todas las posibilidades para sostener una relación fluida y constructiva. Por el momento está claro que Obama se ha tomado más en serio de cuanto parecía las relaciones con Roma, y ha preferido evitar cualquier nombramiento que pudiera entenderse como una apertura de hostilidades.

En realidad sigue siendo una incógnita el modo en que Obama piensa orientar sus relaciones con la Iglesia en los Estados Unidos y con la Santa Sede en particular. Como todo candidato que se precie, se rodeó en su día de un conjunto de asesores católicos, pero estos en general forman parte más del problema que de la solución. En efecto, muchos de ellos (afortunadamente parece que Díaz no) son conocidos por su disenso respecto de la Jerarquía, por su profundo dualismo entre fe y vida pública, o por su reinterpretación ideológica de la doctrina católica. Como ha dicho el teólogo Lorenzo Albacete, buen conocedor de los círculos demócratas, Obama necesita voces libres que le hagan entender qué es realmente la Iglesia, cuáles son sus preocupaciones y cómo alcanzar una relación libre y leal con ella.

Por otra parte la galaxia social que ha sostenido la victoria de Obama es compleja y variopinta pero en ella tienen un peso significativo los sectores radicales a lo Zapatero, que propugnan la creación de nuevos derechos sociales, la redefinición de la familia, la liberalización del aborto y de la eutanasia y la investigación con embriones. Son asuntos en los que la Iglesia Católica, por boca del presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Francis George, se ha pronunciado alto y claro. Ahora el nuevo presidente debe sopesar si quiere contentar a los lobbys radicales o mantenerse en el centro social, que en buena parte se identifica con los grandes valores éticos defendidos por la Iglesia Católica y las principales denominaciones protestantes.

En este sentido ha dado mucho que hablar el reciente discurso de Obama en la Universidad de Notre Dame, aunque hay división de opiniones sobre si el presidente es un simple prestidigitador o si ha querido iniciar una apertura al diálogo de fondo sobre las grandes líneas de fractura ético-cultural en la sociedad norteamericana. Sólo el tiempo desvelará qué interpretación está más cerca de la verdad. Por el momento Miguel Díaz espera la confirmación del Senado para hacer sus maletas. Tiene muchas cosas a su favor para realizar esa danza en el alambre que le espera, pero en más de una ocasión experimentará la ambigüedad de su propia posición política. Pero sobre todo, como decía un vaticanista avezado, esperemos que no caiga en la tentación de querer ejercer como teólogo en lugar de como embajador. Ese sería su peor error, máxime con Benedicto XVI.

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