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CARICATURAS DE MAHOMA

Para la alianza de civilizaciones

El escándalo, cuyo factor precipitante han sido unas caricaturas, algunas ciertamente de pésimo gusto, publicadas en septiembre pasado en Dinamarca, parece cuando menos desproporcionado. Desde la ONU se ha hablado de libertad de expresión y respeto a las religiones. En principio, no parece que se pueda estar en desacuerdo con esto, pero el asunto seguramente no estará tan claro si preguntamos, a los más excitados en este asunto, qué entienden por lo uno y por lo otro.

El escándalo, cuyo factor precipitante han sido unas caricaturas, algunas ciertamente de pésimo gusto, publicadas en septiembre pasado en Dinamarca, parece cuando menos desproporcionado. Desde la ONU se ha hablado de libertad de expresión y respeto a las religiones. En principio, no parece que se pueda estar en desacuerdo con esto, pero el asunto seguramente no estará tan claro si preguntamos, a los más excitados en este asunto, qué entienden por lo uno y por lo otro.
La embajada danesa en Beirut, en llamas

Hamas, ese grupo terrorista reciente ganador de las elecciones en Palestina, tiene como uno de sus objetivos políticos el que los creyentes monoteístas no musulmanes (dhimmi) en su territorio paguen impuestos especiales (jizya y kharaj), tal y como ordena la sharia. Evidentemente ni este grupo ni ningún otro se ha apresurado a pedir que esa forma de "respetar" a otras religiones se aplique en los países en que el Islam no es mayoritario y que, por tanto, los musulmanes tengan que pagar una tasa especial en dichas naciones. Otro tanto cabría decir de la imposibilidad de construcción de iglesias, sinagogas o cualquier otro tipo de lugar de culto de una religión que no sea el Islam en Arabia Saudita. Si el criterio es bueno allí, lo será en cualquier sitio y, entonces, cabría esperar que los jeques no solamente dejaran de financiar las mezquitas, sino que incluso pagaran campañas publicitarias para promover la prohibición de aquellas allá donde no hubiera mayoría de musulmanes.

Y es que no es lo mismo tolerar que respetar. En la tolerancia siempre hay asimetría y una de las partes no deja de mirar a la otra por encima del hombro y, por supuesto, no hay reciprocidad. En el respeto sí lo hay, porque se parte no de la diferencia y el sentido de superioridad, sino que la referencia es la común dignidad de ambas partes. Por eso, la regla de oro, "tratad a los demás como queréis que ellos os traten" (Mt 7,12), debería ser asumida por todos. También, por supuesto, por quienes ejercen la libertad de expresión. Si yo no quiero ser ofendido, no debo ofender a nadie y el tener una pluma en la mano no me sitúa por encima de nadie. Otra posibilidad es la azora de la Conversión del Corán (9,29): "Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último día ni prohíben lo que Dios y su mensajero prohíben. Combatid, entre las gentes de la Escritura, a aquellos que no practican la religión verdadera. Combatidlos hasta que hayan pagado el tributo en mano y estén humillados".

Quema de una bandera alemana en una protesta contra las caricaturas de MahomaAhora bien, ¿cuál es el criterio para determinar que algo es una ofensa? No parece que lo más razonable sea que el presunto ofendido sea quien determine cuando lo ha sido y en qué grado, aunque sólo sea porque hay personas sumamente susceptibles y otras dispuestas a imponer su ley a los demás bajo el subterfugio de que sus sentimientos han sido heridos y así podríamos acabar obligados a ser iconoclastas... y más. En las democracias liberales, quien establece los límites de la libertad de expresión es la ley, determinando, con criterios objetivos e iguales para todos, que acciones dolosas están penadas. Pretender diferencias de tratamiento según los casos o leyes especiales para grupos determinados es entrar en un proceso de feudalización de la sociedad, que acaso algo de esto haya en nuestras tribulaciones nacionales. El caso de estas caricaturas, como cualquier otro similar, debería llevar a preguntarse si alguien ha vulnerado o no la ley y si ésta es suficiente para tutelar los derechos en juego. Si ha habido quebranto de las normas, el peso de la justicia debe caer sobre esa persona concreta, porque son los individuos, llegado el caso, quienes delinquen, pues son ellos quienes están dotados de voluntad y libertad. Por eso, las represalias sobre los nacionales de varios países o el asalto a las embajadas, además de una brutalidad, son también indicio de una visión bastante despersonalizada del hombre.

Si la ley es insuficiente para proteger la libertad religiosa, habrá que cambiarla. En España, tenemos de todo, desde un Cristo al horno hasta Leo Bassi disfrazado de Papa y "consagrando" preservativos; casi todo curiosamente contra la religión mayoritaria. A veces el problema no es legislativo, sino de voluntad de aplicación de la ley y no pocas de escaso sentido del humor en ofendidos y, también, en ofensores.

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