Menú
VERDADERA RADICALIDAD

Participación y comunión

Hay temas que en las últimas décadas suelen ser recurrentes en lo que a la Iglesia se refiere. Las críticas que demandan de la Iglesia algunos cambios suelen girar siempre entorno a lo mismo: el celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres, los anticonceptivos, el matrimonio de los divorciados, el modo de ejercer el poder, etc.

Hay temas que en las últimas décadas suelen ser recurrentes en lo que a la Iglesia se refiere. Las críticas que demandan de la Iglesia algunos cambios suelen girar siempre entorno a lo mismo: el celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres, los anticonceptivos, el matrimonio de los divorciados, el modo de ejercer el poder, etc.
Sacerdotisas anglicanas en el décimo aniversario de la primera ordenación
Son temas recidivantes que en determinadas coyunturas vuelven a aparecer con un determinado énfasis en los medios de comunicación social. El comienzo de un pontificado puede ser una buena ocasión para ello y, por eso, con la elección de Benedicto XVI algunas de estas cuestiones han vuelto a aparecer esgrimidas en algunos artículos y tertulias. En el trasfondo de todos ellos aparecen cuestiones de gran importancia que no hay que eludir pero, desde mi modestísimo punto de vista, se suelen plantear mal; o bien no se hace con una adecuada radicalidad o bien se sacan no para buscar la mejor de las respuestas, sino como ariete con el cual ir venciendo la resistencia de los muros de un edificio que se quiere derrumbar. Claro que, aunque el objetivo final no sea alcanzable por estar levantado sobre roca firme, daño no se deja de hacer.
 
La revista Mensajero del Corazón de Jesús, en el editorial de este mes titulado Una Iglesia de participación y comunión, ha publicado unos "sueños en voz alta" sobre el futuro de la Iglesia y, en relación a Benedicto XVI, un deseo: "Ojalá este Papa, recién elegido (dicho sea de paso, por un procedimiento que no deja de ser singular y mejorable) recorra esta senda con el concurso de todos". Desde luego, con muchas de las cosas que en este editorial se dicen estoy de acuerdo tomándolas aisladamente, con otras no, pero con lo que menos estoy en sintonía es con el enfoque, por la sencilla razón de que lo encuentro falto de radicalidad, en el sentido de ir a la raíz.
 
Una de las preocupaciones de la Constitución Sacrosanctum Concilium fue precisamente la "participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas" (SC 14) de todos los fieles, lo cual ha quedado reducido, en no pocos casos, a que los seglares hagan cosas. Pero la liturgia es "el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo" (SC 7). Así pues, la participación plena a lo que hace referencia, ante todo, es a una configuración más perfecta con Cristo. Y lo que se puede decir del sacerdocio bautismal, también se puede decir del profetismo y de la realeza de los fieles. Participación es, antes que nada en la Iglesia, comunión con Cristo; las concreciones externas brotan de esto. Todo lo cual señala en una dirección muy precisa, que no es justamente el que la Iglesia "sea un poco más democrática", sino el que los creyentes lleguen a la madurez de la fe.
 
La Iglesia, lo mismo que cualquier grupo humano, cambia realmente en la medida en que sus miembros cambien y la mejora de quienes forman parte del grupo de los creyentes siempre se da en el sentido de una mayor conversión. Por ello, si nos preocupa el que en las celebraciones haya "una mayor frescura, espontaneidad y novedad", "que la Iglesia se parezca cada vez menos a una entidad administrativa", que haya "libertad de opinión" en la comunión de la misma fe, que la participación de los laicos no sea "pequeña y limitada", etc., lo que tal vez nos tendríamos que preguntar más es si el proceso de iniciación cristiana es un camino de conversión personal y de madurez de la fe que confluye en la vivencia comunitaria de la misma, más que hablar de democratización de la Iglesia o fijarnos en cambios externos. La realidad es patente, la mayoría de los católicos apenas sí lo son y muchos de ellos lo único que tienen de tales es la inscripción en los libros parroquiales. ¿Quiénes participarían en la elección de los obispos? ¿Los sacramentados sin iniciación cristiana? El problema central es que haya vida de fe, los cambios necesarios y profundos vendrán de aquí. Ortega y Gasset era poco amigo del pandemocratismo, es decir, de extender a todos los rincones de la vida la democracia, pues ésta es simplemente una forma de organizar el Estado y el ejercicio de su poder y, claro, afortunadamente las cosas más preciosas e importantes de la vida son más que lo estatal.
0
comentarios