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EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

Pensando ante el halcón y el ruiseñor

"Así habló un halcón a un ruiseñor de variopinto cuello mientras le llevaba muy alto, entre las nubes, atrapado con sus garras. Éste gemía lastimosamente, ensartado entre las corvas uñas y aquél en tono de superioridad le dirigió estas palabras: '¡Infeliz! ¿Por qué chillas? Ahora te tiene en su poder uno mucho más poderoso. Irás a donde yo te lleve por muy cantor que seas y me servirás de comida si quiero o te dejaré libre. ¡Loco es el que quiere ponerse a la altura de los más fuertes! Se ve privado de la victoria y además de sufrir vejaciones es maltratado'."

"Así habló un halcón a un ruiseñor de variopinto cuello mientras le llevaba muy alto, entre las nubes, atrapado con sus garras. Éste gemía lastimosamente, ensartado entre las corvas uñas y aquél en tono de superioridad le dirigió estas palabras: '¡Infeliz! ¿Por qué chillas? Ahora te tiene en su poder uno mucho más poderoso. Irás a donde yo te lleve por muy cantor que seas y me servirás de comida si quiero o te dejaré libre. ¡Loco es el que quiere ponerse a la altura de los más fuertes! Se ve privado de la victoria y además de sufrir vejaciones es maltratado'."
Fotograma de 'El muro', de Pink Floyd

Así nos cuenta Hesíodo esta fábula en Los trabajos y los días y yo la voy rumiando pensando en muchas cosas que en nuestra España pasan.

Quienes están poniendo en cuestión la malhadada Educación para la ciudadanía –incluso los hay que tienen la osadía de recurrir a los tribunales y hacer uso de la objeción de conciencia– se están encontrando con los más duros reproches y amenazas de la ministra del ramo y, con ella, variados elementos de la corte zapateril, especialmente la vicepresidenta.

A ellos, que no ponen ningún reparo a que a sus hijos se les instruya sobre lo que dice la comatosa Constitución española, se les reprocha precisamente que es eso lo que no quieren. Sin embargo, lo que en realidad no quieren es que se les inoculen a sus hijos los valores que ellos consideran contravalores y que una asignatura se dedique a afectos, emociones, sentimientos –los decretos correspondientes son elocuentes–.

A ellos, que piden que la asignatura se imparta como en otros países de Europa, se les dice que no quieren lo que se hace en nuestro continente.

A ellos, que lo que piden es que se cumpla la ley, es decir, que el derecho de los padres a educar a sus hijos no se vulnere, se les dice que el principio de aceptación y respeto a la ley es incuestionable.

A ellos, que solamente quieren resistirse a una medida que consideran inconstitucional e injusta con medios pacíficos y legales, incluida la objeción de conciencia, se les amenaza, no se dialoga e incluso se afirma que no ha lugar a la objeción de conciencia.

Zapatero ha puesto su punto de mira en la educaciónEl remate es que a la Iglesia, que busca el respeto de uno de los derechos fundamentales –¿por qué se encuentra tan sola en esta reivindicación?–, se la acusa de defender privilegios. ¿Tan dispares son las dos visiones que cuando se dice blanco se entiende negro?

Dejando aparte prestidigitaciones y malabarismos verbales políticos, se me antoja que hay algo mucho más de fondo que un pulso en el foro. En este asunto, como en los de más importancia de la actualidad, no se trata de una disputa clásica entre una derecha y una izquierda que compartieran el mismo fondo común de democratismo liberal. Lo que está en juego son dos visiones globales de entender la organización social y no simplemente dos posturas dentro de una misma visión. Estamos ante la prevalencia de la democracia liberal u otra cosa. Pero, ¿el qué?

O bien los titulares de los derechos son las personas o bien lo es algún abstracto, como nación, progreso, igualdad, clase social, justicia, raza... y entonces las personas participarían de esos derechos en la medida que estuvieran vinculadas a esa pura idea, lo cual es de un platónico y reaccionario atemorizadores. Los derechos no serían algo arraigado en lo que es el hombre, todo hombre, cada hombre concreto, sino en lo que se decidiera que fuera la idea suprema, aunque siempre en un panteón de ellas. Fascismos y comunismo chocaron entre sí por la hegemonía de su propia pura idea. En la guerra fría, la tensión fue porque fueran o las personas o una idea las titulares de los derechos. ¿Estaríamos en una "guerra civil fría"?

El pobre ciudadano no puede vivir sin la sociedad, pues es persona y necesita de la organización de aquélla, pero no es indiferente cómo se detente el poder del Estado. El ciudadano puede acabar viviendo, con todas las gamas intermedias, en una "ideocracia" o en un régimen "personista", en el que las instituciones y poderes del Estado estarían para posibilitar las condiciones en las que todos puedan desarrollarse al máximo como personas. El que se dé lo uno o lo otro no es un simple fruto del azar; sobre todo, es el fruto de lo que cada uno individualmente y todos como sociedad quieran. El halcón tiene la última palabra, si no pisamos la realidad; las aéreas ideas sin barro nos pueden matar.
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