Menú
LIBERTAD PARA BIEN O PARA MAL

Perdidos en el espacio

Junto a dos astronautas profesionales, el estadounidense William McArthur y el ruso Valeri Tókarev, recientemente regresó de la ISS, a bordo de una nave Soyuz TMA 7, el tercer turista espacial, el estadounidense Greg Olsen, de 60 años. En 2001, ya lo hizo Dennis Tito y el sudafricano Mark Shuttleworth llegó a la ISS en 2002 e hizo experimentos sobre el SIDA, lo cual muy bien, o incluso mejor, lo podría haber hecho un profesional de la astronáutica.

Junto a dos astronautas profesionales, el estadounidense William McArthur y el ruso Valeri Tókarev, recientemente regresó de la ISS, a bordo de una nave Soyuz TMA 7, el tercer turista espacial, el estadounidense Greg Olsen, de 60 años. En 2001, ya lo hizo Dennis Tito y el sudafricano Mark Shuttleworth llegó a la ISS en 2002 e hizo experimentos sobre el SIDA, lo cual muy bien, o incluso mejor, lo podría haber hecho un profesional de la astronáutica.
Greg Olsen, el último turista espacial

A Olsen el viaje le ha costado 20 millones de dólares, lo cual no le impide decir que él ha ido a trabajar, pues se han llevado a cabo experimentos de su empresa, a lo mejor porque no podía desarrollarlos ningún cosmonauta ni tan siquiera ningún astronauta. Será por su imprescindible concurso por lo que no gusta ser llamado turista espacial y prefiere que lo conozcan como investigador privado. ¿Cuánto le habría costado encargar para su empresa esos experimentos sin que fuera él, sino un profesional, quien los llevara a cabo? Seguramente menos, el extra es el billete turista.

En 1960, Papel Popovich, junto con Yuri Gagarin, Guerman Titov y Andrián Nikoláev, formó parte del equipo que, bajo el mando de Serguei Koroliov, se preparaba para hollar por primera vez el espacio. El primero fue Gagarin, un año después le tocaría el turno a Popovich a bordo de la nave Vostok 4 que, junto a la Vostok 3, fue uno de los protagonistas del primer vuelo conjunto de dos aparatos en el espacio. Este héroe de la fenecida URSS ha dicho: “Si yo tuviera esos 20 millones de dólares, pediría un año para prepararme y volaría una semana sólo para mirar otra vez a la Tierra. Es una locura, pero lo vale. Tito pago 20 millones, pero estoy seguro de que después de tanta publicidad él ganó 200 millones más”. ¿Pero para qué vale la pena pagar 20 millones, para ver el planeta azul desde el espacio o para ganar 200 millones más? ¿Los 200 millones más para qué y ver la Tierra desde más allá de la atmósfera para qué?

Ciertamente más de uno me dirá que Olsen puede hacer con su dinero lo que quiera y es así como despachamos muchas conversaciones a diario, justificando una actuación con que uno puede hacer lo que quiera. No voy a ser yo quien lo juzgue ni niegue la libertad de nadie, pero, precisamente por ser amante de ella, también soy un postulador de la responsabilidad. Lo hermoso de la libertad es que nos posibilita hacer el bien, si nos constriñeran a hacerlo no lo haríamos, realizaríamos solamente obras convenientes, porque el bien únicamente es posible cuando hay una voluntad libre que lo quiera y lo realice. Sí, la libertad también posibilita que se haga el mal, pero el mal mayor sería impedir que los hombres, libres por naturaleza, pudieran hacer el bien. Por eso, resulta extraño que haya gente que se pregunte por qué Dios permite que los hombres hagan el mal.

Benedicto XVI, con motivo del sexagésimo aniversario de la FAO, ha dirigido un mensaje al director general de esta agencia de la ONU en el que ha recordado que “tenemos todos el deber de ocuparnos de nuestros hermanos”. Eso, sin ninguna sombra de duda, sí que merece la pena. Y decía también:” La hambruna no depende únicamente de situaciones geográficas y climáticas o de circunstancias desfavorables vinculadas a las cosechas. También es provocada por el hombre y por su egoísmo, que se traduce en carencias en la organización social, una rigidez de las estructuras económicas demasiado a menudo dedicadas únicamente al lucro e incluso prácticas contra la vida humana y sistemas ideológicos que reducen a la persona, privada de su dignidad fundamental, a no ser más que un instrumento”. Tenemos libertad para usar nuestros posibles a favor de los hambrientos, lo cual no quiere decir que nos rasquemos el bolsillo para engordar las cuentas de los dirigentes corruptos de determinados países ni que salgamos a la calle para pedir un impuesto contra la pobreza, pero sí que la iniciativa privada más ampliamente ponga proa hacia empresas de más calado humano que la mera ganancia económica. Tal vez una de las cosas en que más indigente ande nuestro mundo sea en su finalidad, sin un destino claro y plenificante del hombre en su totalidad la libertad sin más no es sino ocasión para andar perdidos e ideal coyuntura para ser manejados por los manipuladores de masas.

0
comentarios