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FUNDAMENTOS DE LA CARIDAD

Por qué somos generosos

Durante estas últimas semanas, prácticamente todo el mundo estaba regalando y recibiendo regalos. También hemos escuchado toda una serie de advertencias para no convertir la Navidad en una celebración demasiado materialista. Esta crítica puede tener algún sentido, pero desde luego carece de él cuando quiere dar a entender que comprar o regalar es algo pecaminoso que va en contra del espíritu de la Navidad.

Durante estas últimas semanas, prácticamente todo el mundo estaba regalando y recibiendo regalos. También hemos escuchado toda una serie de advertencias para no convertir la Navidad en una celebración demasiado materialista. Esta crítica puede tener algún sentido, pero desde luego carece de él cuando quiere dar a entender que comprar o regalar es algo pecaminoso que va en contra del espíritu de la Navidad.

Al fin y al cabo, la tradición de dar regalos está arraigada en el "regalo" que Dios da al mundo al entregar a su hijo en la forma de un bebé. De la misma manera, los Reyes Magos que venían de Oriente, trajeron al recién nacido regalos exóticos para celebrarlo. Hay otro aspecto en todo esto, quizá más práctico, que conviene mencionar y que lo trajo a colación Arthur Brooks, autor del libro Who Really Cares: America's Charity Divide. Brooks ha investigado la filantropía estadounidense, algo muy propio de nuestro país, y sus hallazgos han sorprendido a algunos, irritado a otros y a mí me han confirmado las intuiciones que ya tenía desde hace bastante tiempo: el perfil medio del donante es de una persona con fuertes lazos familiares y que acude a la iglesia con regularidad.

Aun así, hay otro aspecto de la investigación de Brooks que merece mencionarse, especialmente en estos tiempos de turbulencias económicas. En una reciente conferencia en Roma, Brooks comentó que su análisis revela que "cuando la gente es caritativa se vuelve más feliz y cuando su felicidad se incrementa también se vuelven más productivos y más ricos". Brooks, que hace poco se convirtió en presidente del American Enterprise Institute, cree que existe una relación y una fuerte interconexión entre la generosidad, la prosperidad y la felicidad.

Ninguna persona sensata forzaría al prójimo a que se volviera más generoso con lo que no es suyo; ciertamente, no es nada virtuoso que compremos cosas para los otros que nosotros no podamos pagar y que tengamos que endeudarnos para ello. Pero tener un cierto espíritu de gratitud hacia la enorme generosidad que nos rodea, incluso en estos tiempos de crisis, nos permite conservar una visión positiva del mundo. Este espíritu de esperanza también no permite analizarnos a nosotros mismos y contemplar el gran potencial que el mundo nos ofrece si mantenemos los ojos abiertos. ¿Y acaso no es esto lo que celebramos en Navidad mientras esperamos la Salvación?

A un nivel simplemente económico, ya sabemos que la naturaleza intrínseca de las compañías y de la función empresarial consiste en la habilidad por ver lo que otros no han sido capaces de ver y por descubrir lo que otros no han descubierto. A un nivel más profundo, nos fijamos en lo que nos proporciona un sentido último a nuestras vidas, algo que no es nunca meramente material, sino la luz en medio de la oscuridad que penetra nuestro mundo y nuestras almas. Las palabras de San Francisco, que al dar, estamos recibiendo, se han confirmado por nuestras ciencias sociales. Desde luego, San Francisco se adelantó a todos nosotros varios siglos, ¿no?
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