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POPULISMO Y TOTALITARISMO

¿Qué está pasando en Iberoamérica?

No hace muchos días, en una tertulia de empresarios en la que se estaba analizando minuciosamente la marcha de la economía mundial, de la economía norteamericana y de su incidencia en el sur de aquel continente, alguien se refirió a la situación política que se vive en Ecuador y a la propuesta de reforma constitucional que el presidente Rafael Correa ha puesto sobre la mesa, y que tiene no pocas similitudes con la experimentada por nuestro recién huésped Hugo Chávez y su populismo totalitario.

No hace muchos días, en una tertulia de empresarios en la que se estaba analizando minuciosamente la marcha de la economía mundial, de la economía norteamericana y de su incidencia en el sur de aquel continente, alguien se refirió a la situación política que se vive en Ecuador y a la propuesta de reforma constitucional que el presidente Rafael Correa ha puesto sobre la mesa, y que tiene no pocas similitudes con la experimentada por nuestro recién huésped Hugo Chávez y su populismo totalitario.
El presidente Rafael Correa en un acto político

A lo largo de la conversación, un tertuliano intervino para señalar que existe un sustrato común a las reformas políticas en hispanoamérica: la concepción de lo humano. Ahí es donde esa latente política de izquierdas está creando una comunidad de disolución antropológica que parece tener en la Iglesia católica su principal muro de contención. Una Iglesia alentada por el Evangelio y guiada por la sabiduría de Benedicto XVI, que se está dedicando a presentar las razones del fortalecimiento de la experiencia humana.

Aún no se había hecho público el comunicado de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana en el que se señala que se han puesto sobre la mesa una serie de puntos "no negociables" y "que exigen una actitud clara de parte de los creyentes y personas de buena voluntad. Marcamos aquí [insisten los obispos] esquemáticamente las razones de nuestro desacuerdo con el texto constitucional, sabiendo que este rechazo es compartido con más de 800.000 firmas entregadas a la Asamblea Constituyente y también por los hermanos cristianos evangélicos y otros ecuatorianos de buena voluntad. El primero de ellos es clave: La persona humana existe antes que el Estado". Afirman los prelados de ese país que "en una democracia real el Estado está al servicio de la persona y de la sociedad y no las personas y la sociedad al servicio de Estado. Descubrimos que el estatismo parece ser un hilo conductor de la nueva Constitución. En ella se habla, por supuesto, de derechos; pero muchos de estos derechos fluyen del Estado, violentando así la creatividad y responsabilidad de las personas y de la sociedad".

No hace ni un mes desde que los obispos de Venezuela hicieran pública la exhortación pastoral Unidos en la justicia y en la rectitud, en la que alertaban, entre otras muchas cosas, sobre uno de los problemas más acuciantes en aquel país: la inseguridad física, moral y jurídica. La visita de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, a España, sus gracias a diestro y siniestro, sus humoradas caribeñas, sus tonos fuera de partitura, son algo más que anécdotas en el escenario de la construcción del gran escenario mundial. El día a día nos conduce a una lucha infausta por recuperar lo humano frente a ese totalitarismo mal travestido de populismo que representan algunos de los movimientos pseudemocráticos que se están produciendo en el continente americano, en el continente de la esperanza.

El ejército de Ecuador cierra una emisora de TV incautada por el Gobierno de CorreaAunque ocurra a miles de kilómetros de distancia, Ibeoramérica mira a España con la sorpresa de quien asiste a un espectáculo de políticas sociales que, en algunas de esas tierras, adquieren tintes dramáticos. Si en España cada día se disuelve el régimen político, que significa orden, ley y naturaleza, en una situación política generadora de una permanente inseguridad, en algunos destacados países de Iberoamérica se están incoando los nuevos procesos revolucionarios en pos de un populismo demagógico que nos sitúa en la política internacional de los años sesenta.

Decía Vasili Grossman, en su magnífica novela Vida y destino que "la historia del hombre no es la batalla del bien que intenta vencer al mal. La historia del hombre es la batalla del gran mal que aspira a aplastar el centro de lo humano". El gran mal es hoy el Estado totalitario encarnado en la pléyade de líderes populistas que sistemáticamente no tienen otro afán que suplantar la realidad por la ideología. Una ideología que utiliza a los hombres como engranajes de una maquinaria y que aplasta el bien preciado de su libertad, su vida. En algunos países de Hispanoamérica se está produciendo una mutación de las naturalezas humana y cultural como triunfo de la dictadura de los nuevos estados totalitarios. El objetivo del Estado totalitario ha sido siempre que el hombre deje de desear la felicidad, deje de desear una vida plena, sepulte las exigencias que le son propias y se entregue a la banalidad del tiempo. El Estado totalitario hace que todos sean culpables y propala la tesis de que en el mundo no existen hombres inocentes, ni en España ni en la otra España.
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