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FALTA DE FE

¿Qué prefieres: realidad o etiqueta?

¿Hasta qué punto es fiable una encuesta? En todas hay un cierto margen de error, que sea mayor o menor dependerá de cómo se haga; en lo que hay que incluir la intención con que se haga. Ciertamente hay ocasiones en que estos estudios no tienen como finalidad conocer algún aspecto de la realidad social, sino que se hacen contra alguien o para favorecer las propias posturas.

¿Hasta qué punto es fiable una encuesta? En todas hay un cierto margen de error, que sea mayor o menor dependerá de cómo se haga; en lo que hay que incluir la intención con que se haga. Ciertamente hay ocasiones en que estos estudios no tienen como finalidad conocer algún aspecto de la realidad social, sino que se hacen contra alguien o para favorecer las propias posturas.

En los temas de religión, no tomar a la verdad como finalidad de una investigación es muy frecuente. Con todo, por grande que sea el margen de error, siempre una encuesta, sabiéndola leer, puede dar un indicio de por dónde van los tiros.

Antes de fin de año, leí una del diario Público sobre las creencias de los españoles. Me interesó lo que se decía sobre las de aquellos que se confiesan católicos practicantes, al parecer, solamente un 29,2%. Según el estudio al que hago referencia, entre los que así se declaran, un 15% dice no creer o dudar de que Jesús fuera el Hijo de Dios, un 16% está en la misma situación respecto a su resurrección y el 17% otro tanto en relación a la virginidad de María. Solamente un 68% de los católicos practicantes, en esta encuesta, dice tener fe en la creación de la nada, un 49% no cree en el infierno y llamativamente en el cielo solamente tiene fe el 71%. Pero además de la falta de fe en cuestiones fundamentales, los hay que tienen sus supersticiones: en la astrología cree la cuarta parte y un 24% en el mal de ojo.

De entre los que se dicen no practicantes –más o menos la mitad de los encuestados–, no creen en la filiación divina de Jesús un 27% y duda otro 26%; sólo un 38% cree en su resurrección; y, como remate, un 25% dice no creer en Dios y un 20% duda de su existencia. Hay más cifras en esta encuesta; con éstas creo que es suficiente. ¿Cómo tomárselas? Acaso algunos descalificarán los datos por su procedencia o por la intención que se imaginen que pueda tener quien hizo el estudio. Pero, ¿no habrá algo de verdad? Podemos dar mayor o menor credibilidad a las cifras, mas no podemos escondernos detrás del margen de imprecisión. Que hay mucho católico cimarrón es un hecho. Y, con independencia de cuáles sean los porcentajes exactos del problema, lo fundamental es tomárselo en serio, ser realistas.

Una explicación muy frecuente –que, a la par, es una justificación bien intencionada de quienes dicen no creer en cuestiones centrales– suele responsabilizar a la falta de formación de estas deficiencias. Lo cual dice mucho de qué se entienda por fe. Sobre este supuesto, la solución consistirá en dar formación para que todos tengan ideas claras y distintas. Pero por muchas charlas, cursos, etc. que se den, si falta lo fundamental, habrá sólo mucha instrucción en el mejor de los casos. Aun en el supuesto de que la formación se entendiera como modificación de conductas, no creo que la conformación con Cristo se pueda reducir a conductismo. Pero no es un problema de formación, sino de conversión.

Ciertamente, los católicos españoles andamos ayunos de muchas cosas, entre otras de formación, pero ésta de poco vale sin el fundamento de la fe. Ésta tendrá que ir madurando en un adecuado proceso de iniciación cristiana, que es mucho más que formación. En la época del arrianismo, la inmensa mayoría de los cristianos de a pie eran analfabetos y, sin embargo, pese a su escasísima formación, fueron ellos los que salvaron a la Iglesia. Es que tenían fe en la divinidad de Jesucristo. En muchos lugares del mundo, hoy en día, hay muchos fieles laicos, con muy poca formación, que arriesgan su vida por Jesús. Si no creyeran en su resurrección, además de poca formación, serían los hombres más dignos de lástima (cf. 1 Cor 15, 19). Pero creen en ella y, sobre esto, se puede construir.

Necesitamos realismo y replantearnos a fondo la pastoral o, mejor, evangelización. Muy significativamente Hch 11,26 dice: "En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos". Vamos, que primero creyeron el anuncio, siguieron a Jesús y luego la gente puso un nombre a esa nueva realidad.
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