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ENCUESTA A LOS CURAS ESPAÑOLES

¿Quién frena el concilio?

En los mentideros clericales ha dado bastante que hablar estos días una encuesta sobre los curas españoles publicada por la revista 21RS. No es mi intención dedicar demasiado espacio a una fotografía del clero hispánico que, por diversas razones, me parece bastante borrosa, pero sí merece reflexión la respuesta que se refiere a la valoración del Concilio Vaticano II, según la cual un 42,3% de los sacerdotes diocesanos opina que se trató de "un Concilio frenado desde el interior de la Iglesia". A esta opinión habría que sumar la de un 22,6%, que lo consideran "una gran esperanza frustrada en gran medida".

En los mentideros clericales ha dado bastante que hablar estos días una encuesta sobre los curas españoles publicada por la revista 21RS. No es mi intención dedicar demasiado espacio a una fotografía del clero hispánico que, por diversas razones, me parece bastante borrosa, pero sí merece reflexión la respuesta que se refiere a la valoración del Concilio Vaticano II, según la cual un 42,3% de los sacerdotes diocesanos opina que se trató de "un Concilio frenado desde el interior de la Iglesia". A esta opinión habría que sumar la de un 22,6%, que lo consideran "una gran esperanza frustrada en gran medida".
Portada del número de abril de 2007 de 21RS

En primer lugar sorprende la batería de respuestas posibles que se han presentado a los encuestados. A las dos mencionadas se suman la de que "es un concilio más, como todos los otros" (32,5%) y la última, según la cual se trataría de "un concilio que fue más lejos de lo que debería haber ido" (2,5%). No hace falta ser un experto demoscópico para entender que la oferta de posibles respuestas puede condicionar fuertemente el resultado, y ahí está en buena parte la clave del carácter borroso y ambiguo de la encuesta de marras.

A mí se me ocurre que habría sido muy razonable proponer a los 700 encuestados (de un universo de casi 20.000 curas) una posibilidad como ésta: "fue un gran acontecimiento de renovación, cuyas potencialidades aún deben desarrollarse plenamente"... o algo parecido. Estoy seguro de que una respuesta de este tipo habría cosechado un alto porcentaje de adhesiones, es más, posiblemente se habría situado en cabeza.... No en vano esto es lo que han repetido tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI. Por el contrario, se ha conseguido proyectar la imagen fundamental del "freno", como quintaesencia del fenómeno conciliar. Vayamos con ella.

Benedicto XVI y Leonardo BoffAlguien frenó. Aunque algo tópica, reconozcamos que la imagen resulta eficaz, sobre todo si se pretende utilizar como herramienta de combate ideológico. Pero es que, aparte de superficial, esta afirmación es fundamentalmente ambigua. Dentro de ese 42,3% que considera que el concilio fue frenado desde el interior de la Iglesia, podrían encontrarse Leonardo Boff y Benedicto XVI. El primero nos contaría la matraca de que el sector conservador del episcopado secuestró el espíritu del concilio ateniéndose a su fría letra, mientras que el Papa nos ha dicho que una interpretación en clave de ruptura con la Tradición ha hecho estéril en muchos lugares la semilla del concilio. ¿A cuál de las dos posturas se apuntan nuestros curas? Imposible saberlo, aunque esto sería decisivo para ponderar la situación real de nuestro clero.

Está claro que todavía existe un segmento no despreciable, anclado en el discurso sesentayochista y, por tanto, incapaz de nutrirse de la savia renovadora de los últimos pontificados. Esta posición implica siempre una queja estéril, una tristeza incurable y, sobre todo, una impotencia absoluta para llevar adelante la misión en este siglo XXI. Y los hechos están ahí. Hablemos claro: por supuesto que han existido y existen en la Iglesia fuerzas que se han orientado a secar la fuente del concilio. Son aquellas que postulan una disolución de la novedad cristiana en la cultura de la postmodernidad, las que han inducido a la privatización de la fe, a la disolución del sujeto cristiano o a la conversión del Cuerpo de Cristo en una sociedad democrática. Hay un papel de tornasol que no falla: el concilio nació de un despertar de la Iglesia en las almas (Guardini), mientras que allí donde han dominado los intérpretes de la ruptura, la Iglesia se ha difuminado, cuando no se ha convertido en objeto de rencor.

A dos años de la muerte de Juan Pablo II esta reflexión se ilumina. El pueblo que se congregó espontáneamente para acompañar al Papa Wojtyla en su último tránsito, era evidentemente un fruto de aquel concilio que propugnó un cristianismo alimentado en sus fuentes, al tiempo que moderno en sus expresiones y formas de presencia. La tarea de los pastores consiste en educar y guiar a ese pueblo, en sostenerle en la fidelidad que le permitirá introducirse mar adentro. Pero me temo que haya demasiada gente todavía presa del lamento y de la hipoteca ideológica, entretenida en dialécticas que huelen a naftalina, mientras un mundo nuevo espera con dolores de parto que alguien le comunique la novedad inagotable del evangelio de Jesucristo. Pues claro que se ha frenado el concilio. ¿Por cuánto tiempo aún?

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