Menú
BENEDICTO XVI Y EL JUICIO DE DIOS

Reedificar la tierra

El Papa ha retomado la cuestión del Juicio de Dios, uno de los puntos centrales de la encíclica Spe Salvi, en su diálogo sin papeles con los párrocos de Roma. De esta forma combate el eclipse de uno de los núcleos del Credo en la predicación y la catequesis, y lo hace poniéndolo en relación con la responsabilidad histórica de construir el mundo.

El Papa ha retomado la cuestión del Juicio de Dios, uno de los puntos centrales de la encíclica Spe Salvi, en su diálogo sin papeles con los párrocos de Roma. De esta forma combate el eclipse de uno de los núcleos del Credo en la predicación y la catequesis, y lo hace poniéndolo en relación con la responsabilidad histórica de construir el mundo.
Benedicto XVI

Hace falta leer con atención la respuesta de Benedicto XVI para ver hasta qué punto son estúpidas las crónicas que hablan de contradicciones con su predecesor, o de un irrefrenable gusto del Papa por desempolvar cuestiones incómodas, como la del infierno.

En su respuesta a uno de los párrocos romanos, Benedicto XVI explica que los cristianos estamos todavía bajo el influjo de la acusación marxista según la cual nos hemos dedicado a hablar del más allá, olvidando nuestra responsabilidad terrena. Ciertamente estamos llamados a trabajar para que esta tierra sea realmente la ciudad de Dios, pero si no tenemos en cuenta las realidades eternas –advierte el Papa– no trabajaremos bien por la tierra. Por eso el primer trabajo para reedificar una tierra que sangra por tantas heridas, consiste en reencontrar la conciencia verdaderamente humana, iluminada de la presencia de Dios. "Debemos hablar de estas cosas, precisamente por responsabilidad hacia la tierra y hacia los hombres que viven en ella".

Con una pedagogía conmovedora, Benedicto XVI retoma algunos pasos de la encíclica Spe Salvi, que cada vez más se revela como una piedra miliar en el camino de la Iglesia en el siglo XXI. Allí describe cómo todas las grandes ideologías han pretendido tomar en sus manos la tarea de crear un mundo nuevo en el que el mal fuese definitivamente extirpado, pero en lugar de eso, han destruido al mundo. Y en este diálogo el Papa aporta el testimonio de los obispos de países ex comunistas, que manifiestan cómo la ideología no sólo ha destrozado la economía y los recursos naturales sino sobre todo ha dañado las almas. Sanar este daño sólo será posible con una nueva apertura hacia Dios.

Sólo Dios puede crear verdadera justiciaEl Juicio de Dios, como subraya el último tramo de la Spe Salvi, no sólo no es una adenda esotérica a la fe cristiana, ni un motivo para alimentar la pasividad, el miedo o la irresponsabilidad de los creyentes. Por el contrario, el Juicio de Dios es garantía de una justicia última que ningún poder humano puede ofrecer, y es condición para la libertad del hombre. Todos deseamos que se haga justicia: a nosotros mismos, a quienes amamos y también a quienes nos han precedido y ya han muerto. Y sin embargo no está en nuestras manos reparar todas las destrucciones del pasado y del presente, las que padecemos y las que provocamos: "Sólo Dios –dice el Papa– puede crear verdadera justicia, una justicia que debe alcanzar a todos, también a quienes han muerto". Y en este paso (¡golpe maestro!) Benedicto XVI invoca la afirmación de Adorno, un gran marxista para quien sólo la resurrección de la carne podría hacer justicia. Para él, sin embargo, esto era imposible... sin embargo está en el centro del anuncio cristiano.

Cuando se desconoce el Juicio de Dios, y con él la posibilidad del infierno, esto es, del fracaso radical y definitivo de la vida, entonces se ignora también la necesidad de que todos los intentos del hombre sean purificados. Entonces no se trabaja realmente por la tierra y los mejores proyectos terminan por corromperse. La seriedad de esta explicación de una verdad esencial y perenne de la fe cristiana, se abre al final con una preciosa perspectiva de esperanza. Ciertamente un día nos presentaremos ante Dios con numerosas heridas y mucha suciedad, pero Él nos ofrece la posibilidad de lavar todo eso con la bondad que mana de la Cruz. Y si el purgatorio es esa necesaria purificación que comprendemos tan bien, el paraíso es la esperanza, la justicia finalmente realizada.

Ahora bien, allí donde los hombres viven según el criterio de Dios, aparece ya algo del Paraíso en este mundo, y esto es visible aquí y ahora. "Me parece –añade el Papa– que ésta es también una demostración de la verdad de la fe, de la necesidad de seguir el camino de los mandamientos". Y así se cierra el círculo, porque hablar del más allá, para los cristianos, no puede separarse del afán de labrar la tierra y de construir la ciudad.

0
comentarios