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CRISIS

Regulando los mercados financieros

Dado que los gobiernos mundiales siguen prescribiendo recetas para regular los mercados financieros, no está de más recordar que todas esas reflexiones tienen sus límites. Las motivaciones humanas son demasiado complejas como para ser controladas por los políticos.

En un reciente seminario sobre la crisis financiera celebrado en mi Finlandia natal, un abogado, especializado en mercado de capitales, realizó una observación interesante. En su opinión, el incremento de la regulación en los mercados financieros ha provocado a lo largo de los años un cambio de mentalidad por el cual los inversores sólo cumplen las normas cuando es necesario, esto es, creen que resulta aceptable todo aquello que no esté expresamente prohibido. ¿Qué puede haber impulsado una mentalidad tan lamentable como ésta?

En su libro No es sólo por el dinero, el economista Bruno Frey arroja algo de luz sobre esta cuestión. En su opinión, las compensaciones o castigos externos no siempre proporcionan los resultados deseados. Los seres humanos son más complejos de lo que sugiere el tradicional modelo del homo economicus.

Frey escribe: "La motivación interna es de una gran importancia para todas las actividades económicas. No resulta concebible que la gente se mueva sólo o exclusivamente por incentivos externos". Es más: según Frey, el uso de incentivos y sanciones monetarios desplaza la motivación interna en condiciones identificables que son muy relevantes.

Por ejemplo, pagarle a un niño para que realice tareas domésticas provocará que cada vez realice menos colabore menos en casa si no recibe dinero. O si, al concluir una cena en casa de un amigo, uno insiste en pagar por ella, se puede terminar destruyendo la amistad. Del mismo modo, dado que algunos profesores universitarios trabajan con mayor dedicación que otros, imponer regulaciones horarias estrictas probablemente dé lugar a que los profesores más entusiastas reduzcan su esfuerzo y dedicación.

Frey perfila de este modo un coste oculto de las recompensas o regulaciones. Cuando se cree que una intervención externa está controlando la autonomía humana, en lugar de estar respetándola, las motivaciones externas tienden a desplazar las internas. Cuando la gente siente que se la está forzando a actuar de una determinada manera, su comportamiento cada vez se vuelve más condicionado por las circunstancias externas.

Claro está que este tipo de incentivos no siempre son dañinos. Las motivaciones externas pueden reforzar las internas, cuando aquéllas son percibidas como complementarias. Cuando un padre le da un regalo a su hija por haber ayudado en casa, puede que esté reforzando su tendencia a colaborar, dado que un regalo es una muestra de afecto y gratitud más que un pago por realizar una tarea específica.

Cuando dejamos una generosa propina en un restaurante, estamos fortaleciendo nuestra relación con el camarero. Los profesores que ya trabajan duramente se esforzarán aún más si esa dedicación se ve recompensada al ser, por ejemplo, elegidos para dar una conferencia importante en una ciudad atractiva.

Según Aristóteles, un buen gobernante es también un buen instructor. El buen instructor no se centra sólo en la conducta externa, sino que intenta transmitir un sentido del bien que premie la virtud libremente escogida. Concederle demasiada importancia a los incentivos externos –el palo y la zanahoria– oculta unos peligros que sólo terminan revelándose más tarde. El vicio es el fruto habitual de los manipuladores y tiranos.

¿Es una regulación más laxa la solución para las crisis presentes y futuras? Depende. Conviene tener presente que muchos derivados en mercados internacionales ya están totalmente desregulados ahora mismo, por lo que tampoco hay mucho por donde recortar. Puede que resulte más apropiado regular esos vacíos mediante principios generales que no empujen a la gente a la temeridad.

Y es que unas pocas normas claras son a menudo mucho mejores que numerosas normas difíciles de comprender, sobre todo si además son mal aplicadas. Esto último es lo que sucede en los mercados financieros actuales.

A la hora de diseñar las reglas del juego, hay que tener en cuenta el carácter moral de los jugadores, pero siendo conscientes de la limitación de estas reglas: las leyes generales dirigidas a los sinvergüenzas no los convertirán en santos.

Las leyes laxas son muchas veces de utilidad en el largo plazo. Las regulaciones estrictas tienden a dañar la motivación interna de los mejores gestores; por el contrario, su motivación puede ser impulsada reconociendo explícitamente el valor de sus actuaciones. Este principio de realimentación puede aplicarse a numerosos ámbitos de la política económica.

Las motivaciones internas también pueden incentivarse promoviendo relaciones más personales y facilitando una mayor participación en la toma de decisiones. Hay muchas razones y muy importantes para defender el principio de subsidiariedad en todas las áreas del gobierno, favoreciendo a las pequeñas empresas y al gobierno descentralizado. Hay razones para oponerse a la regulación global, a las instituciones omnicomprensivas y a muchas manifestaciones del poder centralizado. Movimientos de este tipo tienden a despreciar la naturaleza humana y a largo plazo no beneficiarán la salud de nuestros mercados financieros.

Acton Institute Oskari Juurikkala estudió derecho en la London School of Economics y es colaborador habitual del Acton Institute.

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