Martín Prieto aseguraba que "la enseñanza del islam no puede ser fomentada por los poderes públicos porque es inconstitucional" y Luis Carbonel, por su parte, también ponía en duda la constitucionalidad del Islam y decía que "mientras que todos los españoles estamos sometidos al imperio de la ley, así como a la Constitución, el Gobierno apoya una religión que va en contra de la igualdad del hombre y la mujer, y que admite la poligamia y los azotes a la mujer mientras que no dejen marca". Los ejemplos podrían multiplicarse y seguramente quien más y quien menos tiene algún conocido que se haya expresado en parecidos términos. ¿Serán éstos exagerados en su modo de pensar o, por el contrario, los que así opinan tienen razones de peso para manifestarse de esta manera?
La cuestión es, desde luego, de una extrema importancia pues, al plantearnos el problema, nos estamos preguntando sobre cuáles son los límites de la libertad religiosa o, lo que es lo mismo, si la democracia puede permitirse un espacio de excepcionalidad dentro de ella en el que tengan cabida no simplemente ideas y valores contrarios a la constitución y, por consiguiente, susceptibles de minarla por dentro y llevarla a su destrucción, sino sobre todo organizaciones y grupos que los sustenten. Otro problema es determinar si una religión en concreto está o no dentro de la legalidad. Pero este segundo paso solamente es posible darlo si previamente se da el primero.
En el antiguo derecho romano, al que tanto debemos en occidente, no tenían cabida todas las religiones y aquella que se adecuaba a los valores del Imperio era considerada como religio licita. En nuestro ordenamiento jurídico, acaso con demasiado retraso, ha ocurrido algo parecido con los partidos políticos. La médula del asunto fue el terrorismo y el apoyo que desde unas organizaciones políticas podría recibir. Pero lo que hay de fondo es lo que ya señalábamos, que la democracia no puede permitir organizaciones que vayan por su propia dinámica en contra de la existencia misma del sistema que incluye dentro de él el pluralismo ideológico.