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JUSTICIA Y PERDÓN ANTE EL FINAL DEL TERRORISMO

Rendición incondicional

En una entrevista en la COPE, realizada por Federico Jiménez Losantos, el recién nombrado Cardenal Antonio Cañizares decía, refiriéndose al problema del terrorismo etarra, que el perdón no es incompatible con la justicia; el ejemplo del Papa Juan Pablo II estuvo presente en la conversación. En este mismo sentido, ha hablado también Monseñor Gabino Díaz Merchán. El perdón siempre es una cuestión personal de quien ha recibido la ofensa y, desde un punto de vista cristiano, es más que recomendable, pues incluso el discípulo de Cristo tiene el mandato de amar a los enemigos, lo cual, incluye evidentemente también a los terroristas. La razón es sencilla, el hombre ha sido creado para ser divinizado y el amor a los enemigos nos asemeja a Dios, "que hace salir el sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos" (Mt 5,43-48).

En una entrevista en la COPE, realizada por Federico Jiménez Losantos, el recién nombrado Cardenal Antonio Cañizares decía, refiriéndose al problema del terrorismo etarra, que el perdón no es incompatible con la justicia; el ejemplo del Papa Juan Pablo II estuvo presente en la conversación. En este mismo sentido, ha hablado también Monseñor Gabino Díaz Merchán. El perdón siempre es una cuestión personal de quien ha recibido la ofensa y, desde un punto de vista cristiano, es más que recomendable, pues incluso el discípulo de Cristo tiene el mandato de amar a los enemigos, lo cual, incluye evidentemente también a los terroristas. La razón es sencilla, el hombre ha sido creado para ser divinizado y el amor a los enemigos nos asemeja a Dios, "que hace salir el sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos" (Mt 5,43-48).
Manifestación de la AVT

Sin embargo, aunque el perdón esté en manos de las víctimas del terrorismo, ellas no pueden disponer de los bienes sociales, ni siquiera de la justicia respecto a sus agresores. Aunque ellos hayan sido los más directamente dañados, la seguridad y el orden sociales no son patrimonio exclusivo suyo, sino de la sociedad en su conjunto, que los necesita para que sea posible el bien común, pues, si no, no se darán las condiciones que favorezcan el perfeccionamiento de todos los ciudadanos como personas. Es más, no es solamente que las víctimas no tengan en sus manos el disponer de la justicia, es que como personas que son necesitan de la justicia, pues ellos también tienen derecho a un entorno que favorezca el que puedan llegar a ser, como personas, aquello a lo que están llamados. Por ello, no es incompatible que perdonen y que pidan justicia, pues el perdón no es sinónimo de automutilación, para perdonar no es necesario colaborar a una sociedad más injusta, a una sociedad en la que no haya una constante y permanente voluntad de dar a cada uno lo suyo. Esta voluntad en quienes mejor debe de estar encarnada es en los poderes públicos, por ello, no puede ser concebible que las autoridades pudieran hacer dejación de esa voluntad, pues esto sería un quebranto profundo de la convivencia y del bien común.

Esto que se dice respecto de las víctimas, se puede decir sobre cualquier ciudadano. Todos nos vemos afectados por el terrorismo, pues éste no solamente siega las vidas y los miembros de determinadas personas, sino que, aunque las bombas no ocasionen ni el más leve herido, el bien común está siendo dañado; todos nos vemos coaccionados, muchas de las más elementales libertades, como las de expresión y conciencia, son dañadas y el patrimonio de algunos quebrantado. Sería deseable que todos los españoles personalmente, incluidos los no cristianos, perdonásemos a los terroristas, aunque solamente fuera por no anidar odio en nuestro corazón. Pero lo que no se podría esperar es que se renunciase a la justicia, pues todos la necesitamos, incluidos los terroristas, ya que el perdón incluiría el ofrecer una sociedad justa en la que pudieran vivir una vez cumplidas las penas. Porque cuando se habla de reinserción de los presos, no hay que pensar simplemente en el sujeto que se reinserta, sino también en la sociedad en la que lo hace y de querer que esto sea así, lo tendría que ser en una sociedad justa. Las penas tienen como finalidad no solamente la reintegración y reforma de los presos, también incluyen la disuasión del delito y su castigo, precisamente para garantizar la paz y la seguridad sociales. El perdón supone reconciliación y perdonar a un terrorista incluye la posibilidad de volverlo a conciliar no con cualquier cosa, sino con una sociedad digna de serlo, es decir, una sociedad que sea justa.

No es, por tanto, un desatino esperar de una banda terrorista su rendición incondicional, pues la justicia no puede estar sometida a condiciones injustas. Injusto y discriminatorio sería que hubiera una ley para los fuertes y otra para los débiles, pues, si esto se diera en el caso del terrorismo, cualquier fuerte podría tener la pretensión y la esperanza de imponer la suya. Por eso, mientras no haya rendición incondicional de los terroristas, el Estado tendrá que perseguirlos sin cuartel hasta la total desaparición de esta lacra. Es una necesidad de todos, no es venganza de las víctimas.
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