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ELECCIONES EN LA CONFERENCIA EPISCOPAL

Rouco vuelve al timón

Pese a los pronósticos que durante toda la noche del lunes aventuraron la reelección de monseñor Blázquez al frente de la CEE, el cardenal Rouco ha sido elegido presidente en primera votación. Una mayoría de obispos (bien es cierto que muy apretada) ha considerado necesario un nuevo liderazgo de la Conferencia, a la vista del contexto socio-político español y también de la situación interna de la Iglesia.

Ha sido ésta una elección llena de paradojas, que se compadecen poco con las interpretaciones sectarias que han proliferado, especialmente en la red. Por un lado, con el cardenal Rouco vuelve a la Presidencia la que ha permanecido como "mayoría efectiva" de la asamblea episcopal en los últimos tres años. Por otra parte, se advierte la dificultad de muchos obispos para romper la tradición de renovar automáticamente al presidente tras su primer trienio, máxime si se trata de un obispo apreciado por su bonhomía, su saber teológico y la dureza de su ministerio pastoral en Bilbao.

Pero ¿cuáles son las claves de esta decisión, que evidentemente no ha sido sencilla? Empecemos por descartar las historias de buenos y malos que algunos han construido con evidente caradura. Había razones plausibles para renovar a Blázquez, y había razones de peso para elegir a Rouco: los obispos han hecho su balance y han decidido. Para algunos colegas, según toque la flauta, la decisión de los obispos es expresión de soberana libertad (como sucedió hace tres años) o de imposición y vendetta (como habría sucedido ahora). Demasiado burdo: lo que no vale es tener preparada una página de mieles si el resultado era uno, y otra de hieles si era el contrario; lo que no vale es presentar una como la opción del diálogo, la colegialidad y el respeto, y otra como la voladura de los puentes, retorno del presidencialismo y vara de hierro.

Y no vale simplemente porque no es verdad. Cualquiera que conozca al cardenal Rouco sabe que su perfil no es precisamente el de un ogro echado al monte sino el de un intelectual conocedor del pensamiento moderno, el de un gobernante comprensivo y paciente, y el de un pastor cercano a su pueblo. Anunciar que con Rouco la Iglesia se enroca frente al mundo y se rearma frente al futuro gobierno es simplemente ridículo. Basta repasar sus discursos de la anterior etapa de su presidencia, especialmente los que corresponden al periodo 2004-2005, o su intervención en el Fórum Nueva Economía en la que retomaba la lección de Benedicto XVI en Ratisbona para postular un nuevo diálogo de la Iglesia con el mundo laico.

Lo que sí es cierto es que el arzobispo de Madrid tiene una aguda percepción de la crisis cultural y moral que vive Occidente y piensa que algunas decisiones de la legislatura que termina son auténticos hitos en ese proceso, entre ellas, la nueva configuración del matrimonio y la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Es verdad que, por estas calendas, los episcopados de toda Europa afrontan situaciones semejantes con modulaciones diversas, y son legítimas las diferentes formas de conducir a la Iglesia en medio de esta tormenta.

Rouco VarelaEl cardenal Rouco es partidario de palabras y presencias claras, pero eso no se opone de ningún modo al realismo y al diálogo. La célebre frase que afirma que la fe no se impone, se propone (frase que por otra parte es de Juan Pablo II en su último e inolvidable viaje a España), es tan propia de Rouco como de Blázquez, porque ambos son conscientes de la necesidad de una nueva misión basada en testimonio, en el diálogo y en la caridad. Ahí están, para demostrarlo, las sucesivas misiones ciudadanas que ha promovido el cardenal Rouco, que ahora llegan a un ámbito tan decisivo y complejo como la universidad madrileña.

Casi todo el mundo ha centrado la interpretación de estas elecciones en la situación socio-política, marcada por un laicismo que en vísperas electorales mantiene su tono amenazador. No se puede negar que ésta sea una clave, pero hay otras, y me refiero especialmente a la clave interna. En los últimos años ha crecido la inquietud por la secularización interna reflejada en numerosas publicaciones, en la situación de algunos institutos religiosos y de ciertos foros teológicos y pastorales. La necesidad de afrontar con decisión este peligro, aún más corrosivo para la comunión eclesial que el hostigamiento externo, es otro elemento que ha podido pesar a la hora de decantar el voto en la dirección del cardenal de Madrid.

En todo caso, no perdamos la cabeza ni la perspectiva. La línea fundamental marcada por documentos como Orientaciones morales ante la situación actual de España, Teología y secularización en España, o las sucesivas notas de la Comisión Permanente sobre los problemas de la educación, la familia, o la investigación biomédica, han gozado de un amplísimo consenso, prácticamente una unanimidad moral, que señala la auténtica realidad de la Conferencia Episcopal. Por otra parte don Ricardo Blázquez seguirá aportando su experiencia y su análisis en el seno de la cúpula directiva de la CEE, al ser nombrado vicepresidente. Todas las preferencias son legítimas, más aún cuando se trata de asuntos en los que el proceder eclesial está confiado a la libertad y al buen juicio de sus responsables, pero al ver cómo han reaccionado algunos políticos y medios de comunicación me convenzo más aún de que esta solución va a ser buena para la Iglesia. El tiempo nos lo dirá.

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