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DEBATE SOBRE EL ABORTO

También los protege el liberalismo

Ha sido el movimiento pro-vida quien ha destapado la abyecta ilegalidad de muchas clínicas abortistas; sin perjuicio de la inmoralidad de todas. Pero, a la par, ha puesto de manifiesto, en un caso tan grave por vil y descarado, la pasividad de la clase política y la falta de debate y profundidad de pensamiento, en la sociedad española, sobre este tema.

Ha sido el movimiento pro-vida quien ha destapado la abyecta ilegalidad de muchas clínicas abortistas; sin perjuicio de la inmoralidad de todas. Pero, a la par, ha puesto de manifiesto, en un caso tan grave por vil y descarado, la pasividad de la clase política y la falta de debate y profundidad de pensamiento, en la sociedad española, sobre este tema.

El problema del aborto es solamente uno, pero hay más, muy importantes por cierto, donde los síntomas son los mismos. Es decir, la sociedad española está muy enferma. Pero también hay indicios alentadores en ambos sentidos. Cada vez hay más gente y más cristianos, como tales, que no se abandonan a los políticos y se ponen en movimiento. Y también el monopolio y esclerosis del pensamiento se va agrietando y el debate de ideas va aflorando.

En el aborto, como en las otras cuestiones, la argumentación religiosa es la más amplia, pues abarca la moral y la jurídica; pero, al mismo tiempo, es también la más exclusiva, porque, para que entren en el debate, los interlocutores o deben compartir la fe o estar abiertos a la trascendencia. Esto lo ha comprendido bien Albert Esplugas Boter y, por ello, en su inteligente y recomendable artículo El liberalismo contra el derecho al aborto: una argumentación liberal pro-vida, se ha ceñido a un discurso jurídico, pero desde una razón, como puede apreciarse al leerlo, abierta a la moral y a la trascendencia. Con todo, me ha parecido insuficiente tanto para la defensa del nascituro como para el liberalismo. La cuestión está en los conceptos de individuo, responsabilidad y persona que tejen su escrito. El problema salta abiertamente a la vista en el caso del aborto por evicción en el caso de violación.

El liberalismo, solamente en el caso de que una acción agreda la libertad de otra persona, considera que debe ser prohibida por la ley. En el supuesto de violación, entiende Albert Esplugas que la madre no tiene ninguna responsabilidad, pues el embarazo es consecuencia de un acto no querido por ella, y que la evicción, es decir, la expulsión del feto de su seno materno no agrede directamente al nascituro, aunque luego vaya a morir por inanición. El caso, aunque sea una abierta inmoralidad, como sostiene el autor, sin embargo no sería jurídicamente perseguible. Modestamente considero que el principio liberal expuesto también ampara a los hijos de los violadores.

AbortoEn primer lugar, el concepto subyacente de individuo, con toda su raigambre eleática, hoy en día es insostenible simplemente desde un punto de vista físico. El hombre, como individuo, no es alguien indiviso en sí y dividido de los demás; esto sería entenderlo etimológicamente. El hombre, sea varón o mujer, es una realidad equíaca, es decir, doméstica. Al margen de su entorno, sencillamente no es, aunque su entorno no lo determine, pues es libre frente a él, pero no sin él. Su domus es el medio natural, la sociedad, la historia, uno mismo e incluso Dios. En el caso de un feto, su entorno es el seno materno. La evicción no es simplemente desentenderse de su alimentación, es privarlo de su entorno, por tanto, es un acto de agresión. Otra cosa sería si se pudiera sustituir artificialmente por otro medio, pues no sería privarlo, sino cambiarlo de medio. Así pues, el liberalismo también los protege.

Pero el tema de la responsabilidad también es importante. La libertad es responsable primariamente no porque cada quien responda de sus actos, sino porque todo cuanto acontece a nuestro alrededor es una pregunta que demanda de nosotros una respuesta que inevitablemente tenemos que dar libremente. De los actos respondo precisamente porque previamente con ellos he dado libremente respuesta a una situación.Las leyes no solamente amparan derechos, también imponen deberes, como pagar impuestos, porque el individuo tiene deudas con su entorno, al que necesita. Incluso el mayor solitario está en deuda por la lengua en la que piensa en su soledad. Ahora bien, cuantos menos deberes impongan mejor.

¿Y la persona? Como Boecio, Esplugas dice qué realidades son personas, pero no en qué consiste ser persona. Ser persona no es sólo tener unas propiedades precisas, ser persona es un modo distinto de ser real por el que se es más real y más digno; se es un quién.

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