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CINE

The Visitor

The visitor es una película independiente americana dirigida y escrita por Thomas McArthy y que se estrena después de haber tenido a su actor protagonista nominado al oscar como mejor actor. Este director de New Jersey había dirigido antes otro film estupendo, Vías cruzadas, que mereció el católico Premio Especial Signis en el Festival de San Sebastián.

The visitor es una película independiente americana dirigida y escrita por Thomas McArthy y que se estrena después de haber tenido a su actor protagonista nominado al oscar como mejor actor. Este director de New Jersey había dirigido antes otro film estupendo, Vías cruzadas, que mereció el católico Premio Especial Signis en el Festival de San Sebastián.

Es curioso comprobar cómo The visitor repite algunos esquemas dramáticos y argumentales de Gran Torino, el último film de Clint Eastwood: el protagonista, Walter Vale (genialmente interpretado por Richard Jenkins), es un hombre solitario y desencantado, marcado por una herida –la misma viudedad que en el personaje de Eastwood–, que ha perdido el gusto por su trabajo, por las relaciones humanas y por la vida en general. El encuentro –casual, no deseado– con una pareja de inmigrantes, Tarke y Zainab (sirio él y senegalesa ella), introducirá en su vida un cataclismo de esquemas y costumbres que le devolverán la experiencia de sentirse vivo y humano.

The visitor bebe de grandes films contemporáneos como Crash, Babel o Vidas Contadas, todas ellas historias de soledades en busca de redención. Películas que parten de la "diferencia" (sexual, racial, cultural, social...) para desarrollar lo que es común a todo hombre, el universal humano: la necesidad de ser salvados, de ser abrazados en un sentido positivo de la existencia. Sin embargo, la cinta de McArthy es quizá sutilmente un poco más ideológica que las citadas, ya que en vez de centrarse exclusivamente en el plano existencial y dramático de los personajes, los utiliza para hacer una crítica a la política de seguridad americana tras el 11-.S. La crítica es muy justa, y denuncia una realidad tan documentada como discutible, pero con ella la película corre el riesgo de dejar en un segundo plano la trama humana de un hombre que recupera los latidos de su aletargado corazón.

La película es sutil, muy refinada, llena de detalles exquisitos, como la metáfora musical: el "hombre viejo" que aspira inútilmente a tocar el Album de Ana Magdalena de Bach a piano, se convierte en un espléndido percusionista del tambor africano djembe, símbolo de vida y juventud, del "hombre nuevo", más esencial, despojado de determinismos culturales. Otro delicioso detalle es el hecho de que el primer indicio que tiene Walter de la presencia de los inmigrantes es un jarroncito lleno de flores, signo de la vida que renace donde ya había invadido el desierto. En el fondo, toda la maduración de este adulto desencantado responde a la máxima evangélica de "hacerse como niños". Walter va descubriendo vida y humanidad donde nunca hubiera sospechado, en el mundo más alejado posible de los congresos y aulas universitarias, en la escuela de la calle.

Esta cinta, que ganó el Gran Premio del Festival de Deauville, es un ejemplo de delicadeza y talento, y a pesar de los defectos citados, es una película que camina por la senda que transita el cine más interesante de la década.

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