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UNA VISIÓN POSITIVA

Un cardenal y España

Tras la dura sequía de los últimos meses, la lluvia pacífica y mansamente caía sobre Madrid a la espera del comienzo de la conferencia que el arzobispo cardenal de Madrid, D. Antonio María Rouco Varela, iba a pronunciar en el Club Siglo XXI.

Tras la dura sequía de los últimos meses, la lluvia pacífica y mansamente caía sobre Madrid a la espera del comienzo de la conferencia que el arzobispo cardenal de Madrid, D. Antonio María Rouco Varela, iba a pronunciar en el Club Siglo XXI.
Cardenal Antonio María Rouco Varela
La escasez de altura de miras en no pequeña parte de la clase política española también necesita ser aliviada de cuando en cuando por alguna palabra reconfortante por orientadora, porque cuando la sociedad sufre una alteración que puede ir más allá de lo accidental en su propio ser no es suficiente con unas palmaditas en el hombro. Las situaciones duras y que seriamente comprometen la convivencia de los pueblos necesitan una visión clara de la encrucijada en la que se está, y que tiene que ir más allá del análisis descriptivo de los problemas, pues es necesario aportar soluciones en una orientación precisa y determinada que encauce en dinámica convergente los esfuerzos conducentes a superar la crisis.
 
España, no creo que pueda haber duda en lo que estoy diciendo, se encuentra en un momento muy comprometido de su historia, ciertamente no el mayor, pero sin duda ninguna uno muy serio, y precisamente en una hora en que la cuenta positiva del balance de nuestra convivencia sea tal vez uno de los mejores que se puedan recordar.
 
Y sin embargo no son pocos los que han preferido, casi siempre desde el victimismo interesado, poner en primer plano y de manera acentuada lo negativo, y no pocas veces desde la invención y el falseamiento. Refiriéndose a los autores españoles del período de nuestra historia entre 1915 y 1930, decía Julián Marías: "Dominados por las impresiones negativas, cuya realidad era evidente, apenas tenían ojos para otra cosa; lo lamentable y doloroso ocupaba la casi totalidad de su campo visual y no percibían lo que era positivo, alentador, esperanzador; y si lo veían por un momento lo olvidaban pronto, para volver la mirada a lo inquietante, corrompido, peligroso".
 
Tal vez algo de esto nos haya pasado, tal vez ha habido quienes han dejado de ver lo positivo y han preferido reiterar lo negativo. Y acaso lo que nos puede llegar a todos es el desaliento y la impresión de que las cosas no pueden mejorar, que tal vez lo que ocurra es que empeoren. Con lo cual no quiero decir que haya que dejar de ver todo lo que de negativo tiene la situación, pero una mirada positiva y esperanzadora por realista es necesaria para poder afrontar con éxito esta jornada de España.
 
Creo que éste ha sido el gran mérito de la conferencia del cardenal, 'España y su futuro: la Iglesia'. El arzobispo de Madrid, para poder mirar al futuro desde el presente, volvió la vista atrás, hacia nuestro pasado histórico, y sin pesimismos masoquistas ni tergiversadoras falacias fue desgranando los hitos más importantes de nuestra secular convivencia, destacando de manera especial el papel de la Iglesia en la configuración del ser de España. Una ojeada veraz, sin negar por consiguiente lo malo que en ella ha habido, no puede sino concluir con una mirada esperanzadora hacia el futuro, pues lo positivo en nuestro haber ha sido, con mucho, más.
 
En el presente, que se extiende desde la Transición hacia nosotros, también señaló el cardenal el esfuerzo de convivencia de todos los españoles, que han sabido sostenerlo ante serias dificultades, muy en especial la sangrienta coacción terrorista. Con todo, no faltan sombras que, en opinión del conferenciante, se podrían centrar en el hecho de que una sociedad necesita fundarse en una comunidad de valores y de que la nuestra está amenazada por lo que el cardenal Ratzinger, en su última homilía como tal, llamó "la dictadura del relativismo". ¿Y que es lo que la Iglesia puede aportar en el momento presente a nuestra sociedad? El cardenal de Madrid señaló que lo que la Iglesia puede hacer es ser fiel al Evangelio, que es ser fiel a sí misma, lo cual es donar valores.
 
Tal vez deberíamos agradecer a Monseñor Rouco, con independencia de las creencias que cada quien tenga, que nos haya recordado que hay un suelo firme sobre el que podemos pisar sin temor, y que lo mismo que una comunidad de valores hizo posible España, serán éstos los que nos hagan posible seguir adelante. Y gracias también por la llamada que hizo a la oración por la unidad de España.
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