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EL PAPA, ANTE LA CURIA ROMANA

Un discurso valiente, una apuesta de futuro

Si en la Spe Salvi Benedicto XVI tuvo la audacia de desempolvar la Escatología y recordar a todos que es una parte esencial del Credo cristiano, ahora ha querido subrayar otro artículo esencial bastante olvidado por la teología académica y también por la predicación habitual: la fe en Dios creador. En el discurso navideño a la Curia, constituido ya como un compendio de sus preocupaciones fundamentales, el Papa ha subrayado que "en la fe en la creación está el fundamento último de nuestra responsabilidad con la tierra".

Si en la Spe Salvi Benedicto XVI tuvo la audacia de desempolvar la Escatología y recordar a todos que es una parte esencial del Credo cristiano, ahora ha querido subrayar otro artículo esencial bastante olvidado por la teología académica y también por la predicación habitual: la fe en Dios creador. En el discurso navideño a la Curia, constituido ya como un compendio de sus preocupaciones fundamentales, el Papa ha subrayado que "en la fe en la creación está el fundamento último de nuestra responsabilidad con la tierra".

Esto tiene unas consecuencias de largo alcance para la misión de la Iglesia, y le empuja a librar batallas incómodas porque está en juego la salvaguarda o la destrucción del hombre.

En su reflexión, el Papa arranca de la constatación ya realizada por Galileo Galilei de que la materia lleva en sí una estructura matemática, que es el fundamento de las modernas ciencias naturales. El hecho de que la materia está estructurada de un modo inteligente, es lo que permite al hombre comprenderla y remodelarla activamente. Aquí se basa la amistad original entre la fe en la creación y el desarrollo de la ciencia, contra lo que propala tanta burda propaganda. Hay una correspondencia elocuente entre la estructura de la materia y la razón del hombre, porque ambas proceden del mismo Espíritu creador. Esta certeza racional que la Iglesia ha custodiado desde su origen (y que coincide también con la fe de Israel expresada en la Biblia) implica una tarea y una responsabilidad: dado que esa estructura racional de lo creado lleva en sí una orientación ética, el hombre no puede alterarla a su antojo. Sí puede, y en eso consiste su responsabilidad como administrador de la creación, "remodelarla activamente" respetando su ordenamiento intrínseco. En resumen, el Papa invita a todos a escuchar el lenguaje de la creación porque éste expresa el querer de Dios, que es Razón creadora y al mismo tiempo es el Bien en persona.

El potencial crítico de estas afirmaciones en el contexto cultural presente es formidable. Y de ahí las virulentas reacciones que ha provocado, que desde luego no parecen asustar a Benedicto XVI. La Iglesia siente una responsabilidad específica con la creación y sabe que debe cumplirla en público, a despecho de las invectivas de quienes se empeñan en cerrar la razón con los candados políticamente correctos. Pero además, si se me permite la expresión, el Papa envida: "cuando la Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer, y pide que se respete el orden de la creación no está exponiendo una metafísica superada... aquí se trata escuchar el lenguaje de la creación, cuyo desprecio significaría una autodestrucción del hombre". De ahí el reclamo que realiza Benedicto XVI de una "ecología del hombre" que entra en conflicto, por ejemplo, con la ideología de género, y más en general con la ideología de la ampliación de los derechos tan del gusto de nuestros actuales gobernantes. Sabedor de que cierta cultura contemporánea libra esta batalla en el campo de la libertad, el Papa ha querido desafiar también ese concepto de libertad entendida como autodeterminación absoluta, como emancipación del Creador y como ausencia de vínculos. La sabiduría de la Iglesia sostiene hoy como ayer (pero hoy es mucho más necesario) que el mensaje inscrito en la creación no contradice nuestra libertad sino que es su condición de posibilidad.

Y así llegamos a un breve comentario de apenas cuatro líneas pero de extraordinario significado hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia. Benedicto XVI pide que la encíclica Humanae Vitae, de cuya publicación se cumplen ahora 40 años, sea leída en esta clave. Son tres afirmaciones de tiralíneas que pulverizan las críticas clamorosas y banales contra ella: "la intención del Papa Pablo VI era la de defender el amor contra la sexualidad como consumo, el futuro contra la pretendida exclusiva del presente, y la naturaleza del hombre contra su manipulación". De esta manera, Benedicto XVI reafirma no sólo el valor doctrinal de la encíclica más discutida de los tiempos recientes, sino su carácter profético e iluminador para responder a una verdadera crisis antropológica. A nadie ha pasado inadvertido que el Papa haya querido introducir estas líneas en su discurso, precisamente cuando la Humanae Vitae ha sido duramente criticada nada menos que por el cardenal Carlo Martini, el eterno esperado del progresismo eclesial. Desde su retiro en Jerusalén, Martini debería preguntarse por qué tres sucesores de San Pedro tan distintos entre sí han querido sostener contra viento y marea esta enseñanza, aun a riesgo de no disfrutar de los aplausos que tan sospechosamente se le dispensan a él desde algunas tribunas. Benedicto XVI le ha dado la respuesta.
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