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EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA

Un encuentro liberador y fecundo

El comandante Chávez ha perdido la compostura con la que se desenvolvió en su visita a los Palacios Apostólicos, y ha abroncado al Papa ("ese señor", en palabras de uno de sus ministros) por haber afirmado en Aparecida que "el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña".

El comandante Chávez ha perdido la compostura con la que se desenvolvió en su visita a los Palacios Apostólicos, y ha abroncado al Papa ("ese señor", en palabras de uno de sus ministros) por haber afirmado en Aparecida que "el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña".
Hugo Chávez

Dudo que el presidente venezolano haya entendido lo que dijo Benedicto XVI, pero ha sido el pretexto para impostar su profesión de indigenismo y, de paso, mandar un recado a la Iglesia Católica en Venezuela, que es uno de los pocos referentes sólidos de la resistencia a la deriva totalitaria del régimen bolivariano.

La verdad es que el Papa no se refirió en ningún momento a la conquista de América, sino a la aceptación de la fe por parte de aquellos pueblos. Personalmente opino que calificar de "genocidio indígena" al dramático proceso de la conquista y posterior colonización es un disparate de grandes dimensiones, pero, en todo caso, ese no era el tema de la intervención de Benedicto XVI, que se preguntó en voz alta por el significado de la acogida de la fe por la inmensa mayoría de los indígenas del continente, aceptación que no fue pasiva, sino que implicó una auténtica síntesis cultural que abrió paso a un catolicismo popular con rasgos propios e inequívocos.

Las potencias occidentales han conquistado, dominado y colonizado vastas regiones en todos los continentes, pero curiosamente sólo en los territorios de lo que hoy se denomina América Latina y el Caribe se produjo un proceso de mestizaje étnico y cultural de semejantes proporciones, en el que la fe católica actuó como verdadera columna vertebral. En ese contexto, el Papa Ratzinger desarrolló en su discurso a los obispos del CELAM uno de sus temas más originales, el del encuentro entre la fe cristiana y las diversas culturas. Según el Papa ninguna cultura está cerrada en sí misma ni petrificada en un determinado punto de la historia, sino que toda cultura está abierta al encuentro con otras formas de vida, encuentro del que se derivará una nueva síntesis.

Santuario de Aparecida, donde está teniendo lugar la CELAMY aquí es donde se revela la genialidad del planteamiento del Papa: Cristo, siendo el Logos encarnado, el amor hasta el extremo, no es ajeno a cultura ni a persona alguna, sino que es la respuesta exhaustiva a los anhelos más profundos de cada una de ellas. Por eso el encuentro de una cultura (en este caso las de los pueblos precolombinos) con Cristo, no significa su anulación sino su fecundación y purificación. Y retomando una fórmula consagrada por el Vaticano II, Benedicto XVI afirma que ese encuentro sirvió para desarrollar las semillas del Verbo esparcidas en dichas culturas, orientándolas por los caminos del Evangelio. Y ciertamente el amor, la vida, la pasión por la justicia, el fuerte sentido de solidaridad y la religiosidad que han caracterizado a los pueblos latinoamericanos desde aquel feliz encuentro, bien lo demuestran.

El Papa se atrevió (como en Ratisbona) a poner el dedo en la llaga cuando afirmó que "la utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso... sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado". Era necesario decir esto precisamente al comienzo de la V Conferencia del CELAM, porque no pocos exponentes del liberacionismo han migrado hacia esta nueva mitología indigenista y algunos regímenes políticos están utilizando esa coartada para sus nuevos populismos de corte totalitario.

La ideología del indigenismo (que no tiene nada que ver con la justa lucha por los derechos de los indígenas, de la que la Iglesia ha sido siempre abogada y promotora) no sirve a las verdaderas aspiraciones de la gente, no responde a sus necesidades, falsea la historia creando una mítica arcadia feliz que nunca existió (más bien, en algunos casos, fue una orgía de sangre) y propone un camino opuesto al de un auténtico progreso.

La acogida de la fe cristiana supuso para los pueblos de América iniciar un camino de liberación, de conciencia de la propia dignidad y de creaciones culturales propias. Con todos los errores, vacilaciones y lagunas de un proceso histórico que implica la libertad y los límites de las personas. Seguramente ha llegado la hora de una nueva encarnación de la fe en la realidad latinoamericana, pero para llevarla a cabo es preciso comprender lo que supuso aquel gran evento de hace cinco siglos, y no renegar de él.

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