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CRISIS

Una buena limosna: las ideas

Con esto de la grave crisis económica que estamos padeciendo, instituciones como Caritas recobran un protagonismo que habían perdido en los últimos años. Aunque esto no quiere decir ni que antes no hubiera necesitados ni que no estuviera de ellos pendiente la Iglesia. Desde luego no es ésta la única institución eclesial que tenga esta finalidad ni que la acción caritativa de la Iglesia se canalice exclusivamente por medio de grupos, asociaciones, congregaciones, etc.

Con esto de la grave crisis económica que estamos padeciendo, instituciones como Caritas recobran un protagonismo que habían perdido en los últimos años. Aunque esto no quiere decir ni que antes no hubiera necesitados ni que no estuviera de ellos pendiente la Iglesia. Desde luego no es ésta la única institución eclesial que tenga esta finalidad ni que la acción caritativa de la Iglesia se canalice exclusivamente por medio de grupos, asociaciones, congregaciones, etc.

La acción individual de cada creyente es difícilmente cuantificable y, si no fuera por ella, la situación sería aún más grave. Estamos tan familiarizados con la caridad individual que creemos que esto lo haría cualquier ciudadano, que es algo que pasa en la sociedad sin más. ¿Cómo serían a este respecto los países que ahora se quieren emancipar de su legado cristiano si nunca hubieran tenido esas raíces?

Lo que sabemos es el resultado en los lugares en que se creyó que todo lo podía solucionar el Estado hasta el punto de que con su infalible justicia sería innecesaria la caridad. También es patente cuan distinta es la suerte de los pobres en otras culturas. Y, en la nuestra, basta ver dónde se ponen los mendigos; desde luego, es difícil ver a alguno pedir en la puerta de un partido político o de una sucursal bancaria. ¿Quién defendería a los más vulnerables?

Pero la suerte de los necesitados no solamente es mejor por los actos de caridad individuales u organizados por distintos tipos de cuerpos intermedios sociales, sino porque el cristianismo lleva consigo una moral que ha impregnado, y en buena medida aún impregna, nuestra sociedad. Y a esto no hace excepción la economía. De un trasfondo común a otras muchas realidades, como la noción de persona, libertad, naturaleza, ciencia, etc., se beneficia la economía; pero también respecto a ella tiene la Iglesia sus propias ideas morales. Si se me permite el juego de palabras, el cristiano no solamente se preocupa del gran negocio de la salvación del alma, sino que también se preocupa de la salvación del alma del negocio.

Es indudable que sería inútil buscar nuevos desarrollos de ecuaciones económicas en los documentos papales, pero los principios que ellos sostienen son una clave segura para moverse en medio de la problemática situación que vivimos ahora. Es posible que haya quien pueda decir que esto es mezclar la religión con la política o la economía, pero los que esto digan probablemente no sepan o lo que es política y economía o lo que es religión.

Si digo que los grandes principios sobre economía de la Iglesia pueden marcar los parámetros del camino a seguir no es por pura beatería. Para que algo funcione, tiene que responder a la realidad de las cosas. Una de las razones del estrepitoso fracaso económico, con los consiguientes rostros de personas concretas que lo sufrieron y sufren, del socialismo real fue precisamente que prescindió –y prescinde, véase Corea del Norte, Cuba, etc.– de lo que es realmente el hombre en su dimensión individual, social, espiritual, etc. El comunismo no es sino una fantasiosa ensoñación a base de suprimir por abstracción elementos esenciales del hombre que llevada a la práctica lo que produce es una real pesadilla. Y no únicamente en el terreno económico, ya que el hombre no es un conjunto de departamentos estanco. Y cuánto se podría decir también de nuestro Occidente.

¿Cómo salir de la crisis si no sabemos para qué son los bienes? ¿Cómo la va a solucionar quien no sabe cuándo está ante un ser humano? ¿Nos sacarán o tenemos que salir? Decía Pío XI: "Es erróneo que el orden económico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre sí, que bajo ningún aspecto dependa aquél de éste. Las leyes llamadas económicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y en la índole del cuerpo y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda certeza qué fines no y cuáles sí puede alcanzar la actividad humana dentro del orden económico y con qué medios". Y todo ello para el fin último del hombre. Cualquier actividad humana es moral y ésta tiene que basarse en la realidad. Para actuar hay que tener valores e ideas, ¿merecería la pena aclarar las económicas? Pero éstas ni son suficientes por sí mismas ni hay que esperar simplemente que otros las lleven a cabo.

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