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RELACIÓN ENTRE IGLESIA Y GOBIERNO

Vaya curso nos espera...

Ni es fácil la "faena de vivir" a lo Ortega, ni es fácil despegarse del tiempo en el que el solaz del alma y del cuerpo han sido los permanentes protagonistas. Cautivo y desarmado el verano, no nos queda otro remedio que meternos de lleno en el curso ordinario, en los trabajos y en los días, y por eso de que más vale prevenir que ir al médico, afrontar y confrontar lo que suponemos le ocurrirá a la Iglesia en España en el próximo curso.

Ni es fácil la "faena de vivir" a lo Ortega, ni es fácil despegarse del tiempo en el que el solaz del alma y del cuerpo han sido los permanentes protagonistas. Cautivo y desarmado el verano, no nos queda otro remedio que meternos de lleno en el curso ordinario, en los trabajos y en los días, y por eso de que más vale prevenir que ir al médico, afrontar y confrontar lo que suponemos le ocurrirá a la Iglesia en España en el próximo curso.
Rouco y Zapatero

La agenda de la Iglesia no se hace, por mucho que nos empeñemos los periodistas, ni con los calendarios de la política ni con los cantos de sirena de las modas y de las tendencias sociales. El dies natalis de la propuesta cristiana nace de la fidelidad a su naturaleza y a su misión. En palabras de Chateaubriand, por eso de que la editorial Ciudadela ha hecho una magnífico esfuerzo en reeditar El Genio del cristianismo, lo que éste ha aportado a la cultura y a la sociedad es "un espacio antropológico propio", volcado en la belleza del bien y de la verdad.

Propio no quiere decir exclusivo, sino inclusivo. La Iglesia en España, sus cardenales, sus obispos, sus sacerdotes y los miles de cristianos de andar por casa no tienen otra pretensión pública, por más que diga lo que quiera el socialista de turno, que la de crear un espacio social en favor del hombre. Esa pretensión de universalidad, de legitimidad, no es contraria al pluralismo, como hecho innegable; es condición de la autenticidad de éste y reflejo de un estado previo común que nos ayuda a definir lo que nos caracteriza y distingue. Más que pluralismo, con lo que nos encontramos es con la fragmentación, pero ésta es harina de otro artículo. Fragmentación que se convierte en desorientación simultánea.

Dicho lo cual, lo que ayudará a construir la Iglesia en el próximo curso no es el edifico de la política, si no el de la ética, el de la moral, máxime cuando nos topamos no con regímenes políticos consolidados, que tienen como horizonte la seguridad, sino con situaciones políticas. Hoy, todo es situación y todas las acciones de los protagonistas sociales y culturales parecen depender de la situación. La propuesta cristiana pretende trascender la situación para volcarse en el rostro de todas y cada una de las personas.

La entrevista que mantuvieron, a finales del mes de julio, en tiempo de prórroga para el presidente del Gobierno, el cardenal Rouco y Zapatero, significa, ni más, ni menos, que las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno deben construirse con los principios del normal desarrollo institucional, de diálogo, cooperación y, sobre todo, de nítida sinceridad. Virtud que en el cardenal Rouco ni se discute, y que en el caso de Zapatero se demanda. Es lógico –lo contrario sería probablemente algo más que suicida– que el presidente del Gobierno se preste a hacer declaraciones sobre la colaboración del Estado en la organización y desarrollo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Pero también lo es que lo haga desde la lealtad que se deriva de la Constitución, sin tener que estar pidiendo permanente perdón a sus fieles más radicales y sin tener que compensar esa colaboración con un par de actuaciones propias de "comecuras" de siglos pretéritos.

No muchos días después de la citada entrevista se puso en marcha la máquina publicista del Gobierno para anunciar comisiones y más comisiones destinadas a legalizar el aborto en España. Los representantes del contubernio en pro de la eutanasia no perdieron tiempo y se reunieron con el ministro de Justicia, de cuyo nombre no me quiero acordar, para solicitar, por la vía de lo que les apremia, la legalización de la eutanasia. El guirigay judicial de Educación para la Ciudadanía continúa en aumento. Todos miran al Tribunal Supremo, mientras la deslegitimación de la asignatura, de hecho, es tal que lo mejor que podía hacer el presidente de España es aceptar la propuesta de modificar los contenidos de la asignatura hecha por, pongamos el nombre del cardenal presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Rouco. El augur de Moncloa anuncia la consolidación y la reproducción de las políticas sociales, a saber, la de igualdad y la paridad en todas las comunidades de al menos dos miembros, y no digamos nada del desconcierto con la ley de protección de datos y los archivos y documentos de la Iglesia y, así, un largo etcétera. Todo esto sin mirar al interno, harina de otro costal para un curso duro, el que esperamos.

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